AL NIÑO ISLEÑO
que emerge de entre el follaje
yo hago un alto,
pienso y siento:
¡qué hermosura es el paisaje!
Aguas marrones y mansas
de arroyos, canales, ríos
acarician tus riberas,
denotan su señorío.
Aquí se detiene el tiempo
y en tremendo desafío
se mezclan follaje y agua,
cielo y tierra, luz y trinos.
Aquí no mueren las sombras
ni se acallan los sonidos.
Vibra el alma en el espacio
donde no existe el vacío.
Aquí te sientes poeta,
labrador, hombre, destino:
pequeño como tu imagen,
volátil como un suspiro.
Te entremezclas en los verdes,
los marrones y amarillos,
los celestes y violetas
¡qué colores tan divinos!
Y allí, en medio de ese ambiente
está tu escuelita isleña
donde aprendes muchas cosas,
y entre ellas ¡a quererla!
Yo te digo, niño isleño,
que, después del largo viaje
al retornar a otros sitios
donde no está tu paisaje
desearía que supieras
cuánto tienes a tu alcance,
qué magnitud te rodea,
y tu pecho se te ensanche
Cuando llego a tu escuelita
que emerge de entre el follaje
y hago un alto en el camino
después de tan largo viaje
callo y miro,
pienso y siento
y una gran dicha me invade.
Niño isleño... yo quisiera
que te llegue mi mensaje.
Barca Grande, 1982.
Poesía premiada por la Fundación Givré , en octubre de 1985.
Del Libro “A MI RITMO Y A MI MODO”, Ana María Ginaca,
Ed. OCRUXAVES, Buenos Aires, Abril 1989.
No hay comentarios:
Publicar un comentario